El niño interior
El niño interior no sabía. Al niño interior aún le queda mucho por vivir y, aunque no todo será bueno, no todo será malo. La vida le traerá muchas cosas y no todas serán las que él desea, pero muchas de las que le han entregado y no esperaba las ha recibido de buen gusto.
Creo que todos hemos oído el concepto de un niño interior que tenemos en alguna parte de nuestra conciencia y que no importa la edad que tengamos él es quien siempre nos guía. Es una idea romántica que nos ayuda a salirnos con la nuestra cuando no queremos afrontar como adultos situaciones que no son agradables, que no hemos elegido o que son consecuencia de comportamientos que nos han llevado a una experiencia negativa. Vaya, cuando la liamos bien liada o no queremos ser responsables.
Cuando eres niño no sabes. Aprendes según vas experimentando y tu entorno te va reforzando ciertos comportamientos o respuestas. Algunas espontáneas, con mejor o peor resultado. Otras aprendidas. Lo que vemos u oímos que “hay que hacer”. Muchas obligadas por los mayores de nuestro entorno que nos van guiando con la mejor de las intenciones en algunos casos y en muchos otros con poco conocimiento de cómo nos afectará en nuestra vida adulta.
Cuando eres niño te puedes permitir el lujo de pedir a un adulto que se responsabilice de ti. Al fin y al cabo hasta la mayoría de edad no te hacen responsable de muchas cosas a nivel legal. Otra cosa es emocional y moralmente. Especialmente si has crecido en una ambiente religioso. Esta falta o exceso de responsabilidad es la que vas a ir interiorizando y te acompañará toda tu vida.
Cuando eres adulto ya no tienes más remedio que hacerte cargo de tus decisiones y comportamientos. Bueno, igual tienes alguna forma de escapar. Siempre puedes recurrir a un “trauma infantil” que es el porqué de esas explosiones emocionales ocasionales en las que no eres tan comprensivo con los demás. Puedes culpar a tus padres por no haberte dado todo lo que necesitabas de pequeño. Un techo, comida, ropa, escolarización y algo de atención cuando no estaban trabajando, no es suficiente para muchos. Otros no llegan a esos básicos pero, o empatizan con la situación que les tocó vivir a sus padres que también tienen niños interiores que igual es interesante conocer o simplemente se independizan en cuanto la situación se lo permite y comienzan una vida en la que la verdadera responsabilidad es de uno mismo y deciden olvidar esa etapa de su vida con mayor o menor éxito.
Y ahora, ¿qué le digo a ese niño interior que me mira asustado y sin saber qué hacer en tantas situaciones para las que nadie le preparó? Básicamente no le diría mucho. Sobre todo porque hace muchos años que ese niño es ya adulto. Hace años que tuvo la oportunidad de tomar consciencia de que es él quien tiene que hacer las cosas, de que hay personas a su alrededor que igual necesitan ayuda también y no es momento de esperar que los demás hagan por ti. De aprender lo que no sabes. De cambiar lo que no sirve. De irte de donde no te tratan bien y no eres feliz. De reconocer que el niño interior es un recuerdo de quién eras y dónde estabas pero ahora ya eres adulto y no hay excusas. Lo que no funciona, ¡cámbialo! Lo que no te gusta, ¡no lo aceptes!
Eso sí, no te olvides de que si tú tienes un niño interior, los demás también. Igual es hora de explicar a esos niños interiores de comportarse como adultos y valorar, analizar, sentir y aprender a solucionar las cosas de una manera más positiva para todos y dejarse de excusas.
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