Damas y caballeros
Sábado en un centro comercial cualquiera de España. Te preguntarás qué hago yo en un centro comercial un sábado, además festivo. Pero así es. Voy acompañando a una persona que está en la búsqueda de unas cortinas y por eso acabamos en una tienda que tiene precisamente eso, cortinas. Además, tiene una variedad de conjuntos hogareños tipo pijamas, chandals, albornoces y cosas de este tipo.
Yo no soy de centro comerciales o de tiendas en general. Así que me dedico a mirar por encima mientras él examina en profundidad, qué es lo que hemos venido a hacer.
De pronto, una señora con mucha energía, de unos setenta años, quizás algo más pero bien conservada, quizás menos y, en ese caso bastante estropeada, se acerca a un perchero donde hay unos pijamas de colores kaki, marrón claro y creo que beige. Para mí colores neutros donde los haya. El patrón era lo más recto que se pueda imaginar. Cuello redondo, mangas largas sin patente y pantalón largo del mismo estilo.
Esta señora va acompañada; chica joven de veintipocos años con un bebé en los brazos y un chico de edad similar empujando el carrito del bebé.
La tienda no es muy grande por lo que los que estamos allí nos vemos “obligados” a compartir espacio y experiencias. Ella le comenta a la chica lo bonito que es el pijama y empieza a explicarle las ventajas del mismo: “¡Mira, para andar por casa!. Es muy cómodo y fíjate que parece muy calentito” Pero, aunque todo parecían ventajas primero hay una duda que resolver: ¿Es para hombre o para mujer? En este momento, y por la cara de ellos, entiendo que es para él. Por supuesto antes de comprarlo había que averiguar si, en la intimidad de su hogar, podría un hombre llevar una prenda que cabía la posibilidad que fuera femenina.
Entonces decidieron entre todos que la mejor forma de averiguarlo, ya que esos colores neutros y ese patrón sin forma no les daba pista alguna de a qué cuerpo podría calentar en las noches frías, era preguntarle a la dependienta. “¡Oye¡, ¿este pijama es de hombre o mujer?” A lo que la dependienta, con una voz algo insegura, supongo que porque pensaba que la venta dependería en parte por su respuesta, dijo: !Es de dama!
Por fin todos salimos de dudas. Por supuesto, él no puede ponerse ese pijama. No importa que fuese cómodo, calentito y que, además estuviera a muy buen precio. Era de dama y él es un caballero. Soltaron el pijama con si les hubiese dado un calambre y con aspavientos se fueron. Ella, la señora, muy indignada. Imagino porque se sintió engañada al ver un pijama colgado en un perchero sin ningún cartel explicativo le hizo plantearse comprar un pijama a un hombre que en realidad fue diseñado específica y claramente para ser lucido en el cuerpo de una mujer.
Y así pude volver a mi misión cortinera que me había llevado, sin pagar entrada, a un espectáculo de “el mundo en que vives, aunque tú no lo sepas”
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